Querido lector, hoy les compartiré sobre Hagar. Ella además de ser hermosa era la madre de Ishmael, era una mujer excepcional, al punto que sus acciones eran apropiadas para ser llevadas a cabo en el gran templo de Jerusalén, además de ser hija del rey de Egipto, una de las naciones mas poderosas de la tierra en aquella época, y haber sacrificado todos los privilegios de una princesa para ser sirvienta en la casa de Sara.
En esta época de Rosh Hashaná que parece ser una festividad de lágrimas. Encontramos en la lectura de la Torá que Hagar llora porque su hijo Ishmael es abandonado indefenso en el desierto; no hablemos del hecho que Hagar se aleja de el para no tener que verlo morir. Recordemos un poco la Haftará, donde Jana llora para ser bendecida con un hijo mientras que Penina se burla de ella por ser estéril. Tenemos también la alegría de Sara al dar a luz a Itzjak a la edad de 99 años, pero también tenemos la Akeida, el sacrificio de Itzjak. Sabemos que Sara muere en el momento que escucha que quizás su hijo fue sacrificado. Nuevamente en la Haftará Rajel llora por sus hijos. Y después tenemos el Shofar. Su sonido esta conectado con el llanto de la madre de Sisera cuando vio que su hijo no regreso de la guerra. Este día es llamado por la Torá “Yom Teruah” que significa el día de gemir y lloro; y no es llamado Rosh Hashaná, el comienzo de año. El Shofar en si es una secuencia de llantos.
En realidad, quiero concentrarlos en una escena muy dramática y emocionante que ocurre en Rosh Hashaná: Las trágicas circunstancias que atravesarán Hagar y su único hijo Ishmael, perdidos en el desierto. Cuando abandonaron la casa de Avraham, Hagar llevo consigo una cantimplora de agua. El gran problema comenzó cuando el agua se acabó. Fue entonces que su estado se tornó desesperante. Piensen ustedes en su penosa situación: allí estaba ella, perdida en infinitas arenas calientes, sin nada que la protegiera del ardiente sol y sin una gota de agua para poder humedecer los labios resecos de su único hijo. La mujer podía arreglarse de alguna u otra forma para aguantar su propia sed, pero no podía soportar estar al lado y ver el terrible tormento del niño.
Es así que en su desesperación puso a Ishmael bajo uno de los secos arbustos y se sentó más allá a llorar. De pronto apareció un ángel de Hashem y le pregunto: “Ma laj Hagar”- ¿Hagar por qué lloras?
Esta pregunta siempre me intrigo. Seguramente el ángel sabía por qué lloraba Hagar. Un solo vistazo era suficiente para darse cuenta de la tragedia que se vivía allí en ese momento. ¿Qué haría otra madre en una situación similar? Hemos presenciado escenas en las que madres se desesperaban cuando a sus hijos les tocaba padecer contingencias relativamente menores – incluso una pequeña cortadura a la que había que hacerle algunos puntos en la pielcita de sus criaturas. Por cierto, que en este caso cuando su único hijo estaba al borde de la muerte resulta, normal que Hagar diera rienda suelta a su llanto. ¿Por qué entonces el ángel le pregunta “Ma laj Hagar” – Hagar, ¿Por qué lloras? ¡Ella lloraba por sus angustias!
Obviamente la pregunta del ángel era simplemente ¿Por qué lloras?, este debe leerse como una exclamación “Ma laj Hagar” ¡Qué te sucede Hafgar! ¿Estas cumpliendo tu obligación como madre? ¿Este es el momento indicado para llorar y tener autocompasión? Tu misma puedes ver que tu llanto y tu lamentación no logran absolutamente nada. No calman la sed de tu hijo ni te sacan del desierto. No te quedes ahí sentada sin hacer nada mientras tu hijo está sufriendo una agonía y al borde de morir. “Kumi” - ¡Arriba! – Levantate y ve a buscar agua. Da vuelta cada roca que veas. Tira de cada arbusto reseco, y si aun no puedes encontrar agua, entonces cava un agujero en las arenas del desierto con tus propias manos y quizás puedas descubrir un manantial oculto. Levántate y alza a tu hijo; consuélalo y lucha con cada gramo de tu fuerza por su supervivencia. Eso es lo que debes hacer en este preciso momento en ves de sentarte a llorar, sin hacer nada por ayudarlo o ayudarte a ti misma.
Hace muchos años aprendí que los exilios traían revelación y milagros, y por fortuna esta historia tiene un final feliz. Sacudida por el gran reto del ángel, Hagar resolvió seguir su consejo. Se levanto y comenzó su búsqueda desesperada de agua. entonces sucedió un milagro: “abrió sus ojos y vio un pozo de agua”. Corrió y le dio de beber a su hijo y calmo su propia sed y es así como ambos se salvaron. El texto es muy explicito respecto a que no hubo una nueva creación de agua para satisfacer las necesidades de Hagar y su hijo. El pozo de agua había estado allí siempre, solo que Hagar no la había visto. Su vista se había nublado por las lagrimas que llenaban sus ojos. El milagro fue que Hagar obedeció la voz divina, dejo de llorar y empezó hacer algo para solucionar sus problemas. Fue entonces que se abrieron sus ojos para ver las aguas que habían estado allí desde principio.
Hermosas mujeres, les reitero el mensaje del ángel a Hagar “KUMI” Levantate ante el desafío y el llanto - Todo depende de ustedes. “Se-i et hana-ar” - Eleven a sus hijos a niveles de espiritualidad y aspiraciones mas altas y entonces sin lugar a duda serán bendecidas con abundancia de satisfacciones en los años venideros.
A todas las MUJERES que silenciosamente han construido la historia.
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